miércoles, 24 de abril de 2013

El lado oscuro del milagro chino

Con un crecimiento económico del 10% anual, el gigante asiático se ha convertido en el primer exportador e importador del planeta, en la nación con mayor reservas a nivel mundial y está a punto de sobrepasar a Estados Unidos como el mayor mercado interno global.

Pero el milagro tiene un lado sombrío. La columna vertebral de este asalto económico son más de 200 millones de migrantes que abandonaron el campo para buscar trabajo en la ciudad.

Estos migrantes constituyen la tercera parte de la población económicamente activa (de 15 a 64 años) y no tienen acceso a la salud o a la educación. Para ellos, el milagro chino es una utopía.

Los trabajadores migrantes ganan la mitad del salario típico urbano y no tienen ninguna protección laboral o legal. No tienen contrato, las condiciones de seguridad son precarias o inexistentes, el salario es magro y, dados los todavía precarios derechos laborales, muchas veces simplemente no les pagan. A esto se suma el tema del registro domiciliario, el Hukou, que da acceso a la salud y la educación públicas. Un campesino no puede transferir su Hukou a la ciudad. A lo sumo consigue un permiso transitorio de residencia. Si tiene una enfermedad, debe pagar como un paciente privado o volver a su lugar de origen para ser atendido.

En resumen, estos más de 200 millones de migrantes internos son fantasmas que circulan por las ciudades chinas sin derechos de ningún tipo.

Otra razón típica de migración es la confiscación de la tierra. La tierra pertenece al estado que la cede por periodos normalmente de 30 años a los campesinos. Pero debido al desarrollo y la enorme especulación inmobiliaria, las autoridades municipales suelen confiscar la tierra y muchas veces no pagan la compensación correspondiente de acuerdo a la ley. Sin esa tierra, los campesinos deciden migrar a la ciudad.

El gobierno introdujo el Hukou en 1958 para controlar la migración de campo a ciudad y promover una industrialización acelerada. En la práctica el sistema funciona hoy igual que el servicio inmigratorio en un país extranjero. Cada autoridad local tiene su propio sistema.

En Shanghái y Guanzhou, dos centros clave del crecimiento económico chino, hay un sistema de puntaje similar al que tiene Reino Unido para aceptar inmigrantes. Se tiene en cuenta la edad, la educación, el empleo, la capacitación y el tipo de experiencia laboral del que solicita el Hukou. Sólo los que tienen puntaje más alto pueden acceder al Hukou y beneficiarse de la política pública de vivienda, salud y educación. El resto obtiene en el mejor de los casos un permiso de residencia temporario o son directamente ilegales. En ambos casos están condenados a un existencia semimarginal.

El gobierno de Sichuan inició una reforma del Hukou que debe completarse este año por el que un campesino puede transferir su Hukou del campo a la ciudad, pero hay una condición: el campesino debe abandonar el derecho que tiene sobre la tierra que está cultivando.

Al mismo tiempo, la política oficial desde 2010 es que China tiene que pasar de una economía exportadora a una más basada en el consumo. Para esto necesita consumidores que, si no tienen acceso a la salud y la educación, van a tener que ahorrar en vez de consumir.


El lado oscuro del milagro chino (Enero - Febrero 2013). Mundo ferretero, Año 15, No. 2, 24

No hay comentarios:

Publicar un comentario